FUNCIÓN DOCENTE

 Viendo el vídeo de la Fundación Tomillo me viene a la cabeza el período en el que hice las prácticas de trabajo social en el departamento de orientación de un instituto. Estuve presente en algunas reuniones del profesorado y recuerdo bien un momento en concreto en el que dos profesores se enzarzaron en una acalorada discusión sobre qué hacer con unos chavales que no podían seguir al grupo y debido a esto “daban mucha guerra en clase”.

Básicamente había dos posiciones; uno de los profesores quería que los alumnos problemáticos saliesen de clase (a clases de apoyo), para poder mantener la armonía en clase y seguir avanzando, el otro profesor (que era el profe de matemáticas) sostenía que si estos alumnos salían de su clase cada vez iban a estar más perdidos y más alejados de alcanzar al resto de alumnado, por lo que no quería que salieran a clases de apoyo, prefería gestionar la situación sin que perdieran el ritmo de sus clases, aunque esto supusiera tener que ir algo más lento con los demás.

Aunque mi simpatía estuvo en ese momento con el profe de mates no sé cómo actuaría yo en un caso similar, supongo que cada situación es diferente y hay que verse en la tesitura de tener que elegir qué tipo de docente queremos ser. Está claro que en ciertos casos las clases de apoyo son necesarias y será imposible que los alumnos lleguen al nivel aunque los mantengamos en clase.

La reflexión a la que llego recordando este momento es que es complicado coordinarse con los compañeros cuando se tienen visiones diferentes de cuál es tu función como docente y cuál es el compromiso que quieres adquirir con el alumnado; además de contar con aptitudes diferentes para ello. El hablar de las herramientas con las que contamos y en las condiciones que lo hacemos ya daría para otro post, evidentemente con más recursos y menos ratios todo sería más abarcable, pero a día de hoy tenemos lo que tenemos. Y cuando uno quiere remar en una dirección pero otros reman en la contraria puede llegar a ser realmente complicado llegar a obtener resultados por mucho que una se esfuerce.

Aquí es donde la coordinación de las actividades docentes, de gestión y dirección toman su importancia; crear un proyecto común es esencial para que los esfuerzos de todos y de todas vayan en la misma dirección y se consigan los objetivos esperados, o por lo menos que se acerquen lo más posible a aquello que buscamos. Que los docentes apliquen los mismos criterios, se tenga claro qué es lo que hay que hacer y se conozcan las carencias con las que contamos para poder hacer algo para mejorarlas implica que exista una buena coordinación en el centro y que la dirección tenga claro el proyecto de centro, incluido si el objetivo primordial es mejorar el rendimiento académico o la integración de todo el alumnado. 

 



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